miércoles, 13 de junio de 2012

Viajemos juntos

Te recuerdo con tus ojos puros, sonriendo tras alguna broma. O riéndote, luego de hacerme enojar. Te recuerdo tan perfecto y amado, con tus rayes claro, de eso ninguno está a salvo. Como una canción lejana, o un murmullo suspendido en el tiempo. Así te siento presente, como algo ajeno a mí, que ya no me pertenece. Y es que la finitud del tiempo nos ha posicionado en extremos opuestos y mientras vos estás allá, yo me encuentro acá, o intento encontrarme acá; para no enloquecer en dimensiones diferentes. Ya difícil es sentirme parte de este mundo, imaginate si estuviera en los dos lugares. Y cuando en las noches, el silencio se hace llantos, puedo sentirte casi rozando mi piel, acariciando mis facciones. Es que te obligaron a tomar el primer barco que salió, para mí que Maia tiene razón, los abuelos te extrañaban. ¡Y claro! Si sos su hijo menor. Después de que te embarcaste pude sentir el fragor de los motores a lo lejos, anunciando lo irrevocable de tu partida. También oí cierta melodía, originada en el choque de las olas con tu embarcación. Seguro estabas tan feliz, encontrándote con tu segundo amor: el río. El primero lo dejaste acá —eso no lo dudo— y te extrañamos tanto. Pero fuiste fiel a los principios “Si amas algo, déjalo libre”, ya nos volveremos a ver, no pensemos en eso. Pude verte parado en proa, mirando hacia horizonte; tan difícil de percibir por la bruma. Es que allá ¿hay horizonte? Yo pienso que los límites están en lo terrenal. También te vi dando vueltas, intentando vernos. Pero no, papá. Estábamos en mundos diferentes. Y de un segundo al otro, ¿qué imposible, no? Y pensábamos que faltaba mucho para eso, pero alguien del otro lado apuró los trámites. Aún restaba que me veas graduarme, faltaron muchas tardes de mate bajo el limonero; muchos atardeceres viajando hacia el Club, pero che ¡tan apurados estaban! Igual, te quiero agradecer, porque me enseñaste a ser fuerte, y con tu optimismo y fuerza de voluntad me preparaste para atravesar ese momento tan feo. No era necesario que ocurriera, podía aprender de otras maneras. Pero ya está, no te reprocho nada, yo se que vos no te querías ir. Y el día que me toque embarcarme, quizá seas el capitán del barco, y corra a abrazarte y a contarte acerca de todo el tiempo que pasó. Eso ya no será un problema, porque la finitud del paso de los días, pertenecerá al pasado. En este día de lluvia, veo a los chicos jugando con los barquitos de papel en los cordones de la calle, y nos puedo ver a los dos en uno. No me interesa si es de papel, cartón o madera. No me interesa si llueve, hay sol o cae nieve. Eso es lo de menos. Lo importante es que me embarquen donde estás vos, así puedo sacarme estas ganas locas de abrazarte y expresarte mis sentimientos. Estoy convencida que cuando llegue ese momento, quiero embarcarme en la eternidad del tiempo, sólo si es junto a vos.

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